Relatos de una obsesión

Me enamoré. Me enamoré desde el primer momento en que te vi a lo lejos. Pensé que eras un espejismo. Un sueño... y te marchaste. Deseé volver a verte una vez más. Y el destino me jugó una mala pasada al permitir que entraras en mi vida.

De casualidades está el mundo lleno, y es cierto. Unas amigas mias te conocían, iban a tu clase. Y con la absurda excusa de ir a buscarlas, te veía cada día.
Esto se estaba convirtiendo en una obsesión. Hasta llegar al punto de seguirte por la calle a hurtadillas, de moverme por los mismos lugares, frecuentar los mismos bares, playas, parques...
Me encantaba mirarte durante horas, aunque fuera en una foto. Me sentía feliz al poder sentirte cerca de mi cada tarde, a la salida del instituto.

Poco a poco, te iba conociendo más, hablábamos, reíamos. Cada vez me gustabas más, te llegué a querer. Sentí por tí algo especial. Aquella obsesión se convirtió en amor, ternura.
Pero me di cuenta, de que yo no era nada para ti. Era algo insignificante. I la rabia, impotencia que me corría por dentro dejó una gran huella en mi ser.
Nunca llegué a ser la misma. Mi mirada estaba ausente. Yo estaba ausente. Mi corazón lloraba a cada minuto, segundo que pasaba. Moriría por tí, y tú, a cambio, me considerabas una más, una persona con la que pasar un buen momento. Me hiciste daño.Y aquel relato de una obsesión se convirtió en una historia melancolica.

Aún, hoy en día, te recuerdo. Te añoro. Te quiero. Te odio.