dimarts, 18 d’agost del 2009

Lo que es la vida...

HAHAHAHAHAAAAA!


Hace gracia... en el fondo hace gracia... ahora me hace gracia.
Dos o tres meses atrás me di cuenta de que todos tenemos un punto masoquista, y lo peor de todo, me di cuenta de que yo también lo tengo.


Todo ocurrió hará un año, cuando surgió, de la nada, sigilosamente, "alguien" en mi vida. Apareció en el momento apropiado, cuando yo más vulnerable era y más predispuesta estaba.

Como suele decirse, el principio fue precioso, idílico, lleno de palabras y falsas promesas, que tiempo después, me daría cuenta de que no significaban nada; pero en aquél momento, lo eran todo. Fue a partir de LA CONVERSACIÓN cuando lo nuestro continuó de mal en peor... Yo estaba cegada, y no me daba cuenta de la realidad, no me daba cuenta de que yo, para él, era un simple juguete con el que podía entretenerse unas horas, quizás minutos. De la noche a la mañana todo cambió, él se volvió arisco, brusco, esquivo; mientras que yo me volvía mas dócil, obediente, sumisa. Era la situación idónea para que pasara lo que pasó: para que me volviera masoquista.

Aunque yo era consciente de la situación preferí seguir así, preferí que me hiriera, antes de sentirme olvidada. Preferí que me hiciera daño, pero aun así, sentir que por espacio de un rato había pensado en mi, antes que sentir que no exisitía para él.


Y fue un día, no recuerdo cuál, cuando me di cuenta de que esto había llegado demasiado lejos, de que me había convertido en una persona totalmente diferente, más infeliz, siempre ausente, triste, melancolica. Me apoyaba en aquellas falsas promesas, en las escasas conversaciones decentes que teníamos y en las insignificantes veces que nos veíamos, carentes de sentimientos. Pero llegó el momento, en que no podía hundirme más, no pude llegar mas lejos, no tenía fuerzas, no tenía fuerzas para seguir adelante con esta situación.
Así que tomé la decisión más difícil e importante de mi vida, cortar con tal elemento que no me dejaba vivir.

Ya han pasado 3 o 4 meses, no lo se, no quiero contarlos; no me permito el lujo de pensar en él, pero contra menos quiero pensar, más lo hago. E intento autoengañarme al pensar que lo olvidé, que lo que sentía por él, se esfumó. Pero como ya he dicho, me autoengaño y sigo sufriendo porque sé lo que siento... Pero soy feliz. Porque aquéllo que me hacía no ser yo, aquéllo que me hizo sufrir, ya no está dentro de mi vida. Lo mejor que podría haber hecho era alejarme, y lo hice. Y si soy sincera conmigo misma, lo hecho mucho de menos (vuelve a salir mi punto masoquista), pero no quiero padecer y sentir lo que en su día soporté. Así que intento no caer en sus redes y hacer caso omiso a las tentaciones, que no son pocas.